Fin del paro. Hora de balances.
Se acabó el paro de los secundarios y es hora de los balances. En términos simples la movilización fue exitosa. Los escolares se sacaron el mote de pasteles que hace tiempo pesaba sobre ellos, pusieron en jaque al gobierno de la presidenta Bachelet y a su ministro de Educación, el inefable Martín Zilic, destaparon definitivamente la olla de la calidad de la educación y demostraron una organización madurada y responsable. Por otro lado, consiguieron una buena cantidad de beneficios y el compromiso del gobierno de legislar para terminar con la aberrante Ley Orgánica Constitucional de la Educación (LOCE).
¿Todo bien entonces? No nos apuremos, hay tres aspectos a destacar de estas jornadas y que deben ser motivo de reflexión en los próximos días.
Los errores del gobierno.
La presidenta Bachelet cometió el primer gran error al desestimar las protestas estudiantiles reduciendolas al manido tema de la violencia. En su discurso del 21 de mayo no hizo ningun anuncio de peso para las demandas estudiantiles, el real problema, limitándose a hablar de los vándalos. Es decir, no sólo hizo a un lado la problemática educacional sino que además les dio tribuna a los ultrones y delincuentes de siempre. Malo, malo. Por otro lado, perdió la oportunidad de mostrarse cercana a los ciudadanos ya que hizo los anuncios luego de la enorme y efectiva presión del movimiento secundario. De haber aprovechado el discurso en Valparaíso para ofrecer soluciones a los críticos problemas de la educación chilena se habría anotado flor de poroto. Pero no lo hizo.
El ministro Zilic de por sí es un error. El ex intendente de la VIII Región jamás manejó de manera coherente el problema. Dejó a su segunda de abordo a cargo de las negociaciones, mientras el departía un acto protocolar de mínima importancia con la presidenta, sostuvo reuniones a espaldas de los voceros universitarios y jamás definió una postura clara, precisa y concreta de su cartera ante el vendaval de los pingüinos. Pésima actuación para este político democristiano que, de no mediar un milagro, saldría más temprano que tarde del gabinete.
En defensa del gobierno habría que decir que se vio enfrentado a la primera gran movilización estudiantil desde los años '70. Nadie esperaba que los secundarios se movilizaran de manera tan organizada, con petitorios coherentes, claros y justos, y con un apoyo de la opinión pública casi inédito en la historia reciente del país. Pero desde que la dictadura barrió con la educación pública nadie ha hecho nada por cambiar la situación. Los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos se lavaron las manos, preocupándose sólo del acceso a una educación nunca fiscalizada y realmente exigente. Y el gobierno Bachelet iba para el mismo lado.
Chile, o el asilo contra la opresión.
Lo de Carabineros fue vergonzoso. Asqueroso, digno de la película mafiosa de la más dudosa calidad. Cloacal. Indecente. Fascistoide. En fin, los epítetos sobran para la matonesca intervención de las fuerzas de orden durante la semana más movida de la protesta. Transeúntes, manifestantes y trabajadores de la prensa sufrieron las consecuencias de una organización que, a 16 años del fin de la dictadura, no olvida sus amarres con un pasado de abuso y represión. Los apaleos en grupo, los mechoneos a muchachas y la ensalada de golpes y lumazos nos recuerdan que los tiempos difíciles aún no han terminado. El fin del miedo no debe traernos confianza ciega y pasividad de idiotas. Les advierto que no será la última vez que los "señores del orden" actúen así. Los sargentos, tenientes y demases fueron educados durante el terror, por lo tanto piensan con la misma lógica de antaño. Creo que durante un buen tiempo más, hasta que las nuevas generaciones tomen el mando, tendremos que aguantar a esta policía represiva, vergonzosa y decadente.
La coraza de hierro
La actuación de los secundarios fue de más a menos. Las demandas sobre la LOCE, la municipalización, la PSU, el pase escolar y demáses no sorprendieron tanto como la forma en que fueron expuestas. Lenguaje claro, independencia política y partidista, organización extraordinaria del movimiento estudiantil y manejo mediático sobresaliente para llamar la atención de la siempre inconsciente opinión pública. Aprovecharon como nadie el sistema de asambleas para tomar resoluciones y abordar el problema de fondo, y no para pajas mentales de filosofías de dudosa calidad como aún se hace en ciertos espacios universitarios y académicos. Los voceros se mostraron tremendamente responsables y maduros, dando muestras de una juventud distinta.
Las calles fueron legítimamente tomadas por los pingüis, la Alameda volvió a ser el escenario combativo de antaño, pero esas movilizaciones estuvieron acompañadas de su corolario lógico. La discusión y planteamiento de demandas justas y necesarias para el futuro de la República.
Hasta aquí, todo bien. Pero bastó que la presidenta Bachelet hablara para que a los muchachos se les fueran los humos a la cabeza. Comenzaron las primeras muestras de intransigencia y politización, vinieron petitorios a la pasada y demandas sacadas sabe dios de dónde. Los chicos se creyeron el cuento absurdo de que el gobierno estaba contra las cuerdas luego de los anuncios de la presidenta. Incluso pensaron, ingenuamente, que podían hacer bajar del avión a la la presidenta... Comenzaron a radicalizar tontamente un movimiento cuyo éxito redicó precisamente en mostrarse serenos, maduros, dispuestos al diálogo y concientes de las carencias de la educación.
Lo peor que puede pasarle a un movimiento es que sus líderes se crean héroes y vayan a por más de lo recomendable. Cuando Bachelet hizo sus anuncios los estudiantes debieron acordar bajar las movilizaciones luego del paro nacional del lunes, aceptar los ofrecimientos de la mandataria y comprometerla a la legislación sobre la LOCE, sin dejar de monitorear los avances de la comisión ad hoc. Pero eligieron el camino de la confrontación, de menospreciar lo que ellos mismos habían ganado y darle espacio a los ultrones incapaces de buscar acuerdos y dialogar. El momento de bajar el paro había llegado, pero pudo más la radicalidad, la intransigencia y, por qué no, el afán de figurar. Empezaron los cotilleos políticos, que el PC, que el FPMR y, al final, pasó lo que no queríamos. Que se dividieran, que las movilizaciones se "chacrearan", que la opinión pública empezara a sospechar de sus reales intenciones y que perdieran espacio en los medios.
Jamás la intransigencia ha sido buena. Menos el afán de figurar, de ser héroes. Por eso siempre he preferido a Clotario y Allende antes que al Ché, un héroe romanticoide que no consiguió mucho con su labia y su fusil. Negociar es saber retirarse en el momento y justo para volver a cargar cuando la situación lo amerite. Eso es lo que los muchachos no entendieron. Hoy, el movimiento tambalea en su unidad por estos hechos, que perfectamente pudieron haberse evitado. Los chicos despreciaron a un gobierno que los incluyó directamente en la discusión del tema de fondo, algo inédito en Chile y que los medios aún no han valorado en real medida. ¿Creerán estos muchachos que Aylwin, Frei o Lagos los hubieran incluído en alguna comisión sobre la educación, o que hubieran accedido a tantas demanas llamándolas "justas"? Hay que saber el terreno que se pisa, cabros.
Más allá de estos desaciertos sigo sosteniendo lo de mi anterior post. Estos chicos nos han dado una lección y es justo que sigamos junto a ellos por el bien de nuestro país. Pero es de esperar que el vírus Ché Guevara, tan nocivo para el mundo progresista, no se apodere de ellos y les nuble la mente. No hay nada más peligroso que la intransigencia y la radicalización de las posturas. Han mostrado suficiente madurez como para perderla ahora. De ustedes depende, cabros.
¿Todo bien entonces? No nos apuremos, hay tres aspectos a destacar de estas jornadas y que deben ser motivo de reflexión en los próximos días.
Los errores del gobierno.
La presidenta Bachelet cometió el primer gran error al desestimar las protestas estudiantiles reduciendolas al manido tema de la violencia. En su discurso del 21 de mayo no hizo ningun anuncio de peso para las demandas estudiantiles, el real problema, limitándose a hablar de los vándalos. Es decir, no sólo hizo a un lado la problemática educacional sino que además les dio tribuna a los ultrones y delincuentes de siempre. Malo, malo. Por otro lado, perdió la oportunidad de mostrarse cercana a los ciudadanos ya que hizo los anuncios luego de la enorme y efectiva presión del movimiento secundario. De haber aprovechado el discurso en Valparaíso para ofrecer soluciones a los críticos problemas de la educación chilena se habría anotado flor de poroto. Pero no lo hizo.
El ministro Zilic de por sí es un error. El ex intendente de la VIII Región jamás manejó de manera coherente el problema. Dejó a su segunda de abordo a cargo de las negociaciones, mientras el departía un acto protocolar de mínima importancia con la presidenta, sostuvo reuniones a espaldas de los voceros universitarios y jamás definió una postura clara, precisa y concreta de su cartera ante el vendaval de los pingüinos. Pésima actuación para este político democristiano que, de no mediar un milagro, saldría más temprano que tarde del gabinete.
En defensa del gobierno habría que decir que se vio enfrentado a la primera gran movilización estudiantil desde los años '70. Nadie esperaba que los secundarios se movilizaran de manera tan organizada, con petitorios coherentes, claros y justos, y con un apoyo de la opinión pública casi inédito en la historia reciente del país. Pero desde que la dictadura barrió con la educación pública nadie ha hecho nada por cambiar la situación. Los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos se lavaron las manos, preocupándose sólo del acceso a una educación nunca fiscalizada y realmente exigente. Y el gobierno Bachelet iba para el mismo lado.
Chile, o el asilo contra la opresión.
Lo de Carabineros fue vergonzoso. Asqueroso, digno de la película mafiosa de la más dudosa calidad. Cloacal. Indecente. Fascistoide. En fin, los epítetos sobran para la matonesca intervención de las fuerzas de orden durante la semana más movida de la protesta. Transeúntes, manifestantes y trabajadores de la prensa sufrieron las consecuencias de una organización que, a 16 años del fin de la dictadura, no olvida sus amarres con un pasado de abuso y represión. Los apaleos en grupo, los mechoneos a muchachas y la ensalada de golpes y lumazos nos recuerdan que los tiempos difíciles aún no han terminado. El fin del miedo no debe traernos confianza ciega y pasividad de idiotas. Les advierto que no será la última vez que los "señores del orden" actúen así. Los sargentos, tenientes y demases fueron educados durante el terror, por lo tanto piensan con la misma lógica de antaño. Creo que durante un buen tiempo más, hasta que las nuevas generaciones tomen el mando, tendremos que aguantar a esta policía represiva, vergonzosa y decadente.
La coraza de hierro
La actuación de los secundarios fue de más a menos. Las demandas sobre la LOCE, la municipalización, la PSU, el pase escolar y demáses no sorprendieron tanto como la forma en que fueron expuestas. Lenguaje claro, independencia política y partidista, organización extraordinaria del movimiento estudiantil y manejo mediático sobresaliente para llamar la atención de la siempre inconsciente opinión pública. Aprovecharon como nadie el sistema de asambleas para tomar resoluciones y abordar el problema de fondo, y no para pajas mentales de filosofías de dudosa calidad como aún se hace en ciertos espacios universitarios y académicos. Los voceros se mostraron tremendamente responsables y maduros, dando muestras de una juventud distinta.
Las calles fueron legítimamente tomadas por los pingüis, la Alameda volvió a ser el escenario combativo de antaño, pero esas movilizaciones estuvieron acompañadas de su corolario lógico. La discusión y planteamiento de demandas justas y necesarias para el futuro de la República.
Hasta aquí, todo bien. Pero bastó que la presidenta Bachelet hablara para que a los muchachos se les fueran los humos a la cabeza. Comenzaron las primeras muestras de intransigencia y politización, vinieron petitorios a la pasada y demandas sacadas sabe dios de dónde. Los chicos se creyeron el cuento absurdo de que el gobierno estaba contra las cuerdas luego de los anuncios de la presidenta. Incluso pensaron, ingenuamente, que podían hacer bajar del avión a la la presidenta... Comenzaron a radicalizar tontamente un movimiento cuyo éxito redicó precisamente en mostrarse serenos, maduros, dispuestos al diálogo y concientes de las carencias de la educación.
Lo peor que puede pasarle a un movimiento es que sus líderes se crean héroes y vayan a por más de lo recomendable. Cuando Bachelet hizo sus anuncios los estudiantes debieron acordar bajar las movilizaciones luego del paro nacional del lunes, aceptar los ofrecimientos de la mandataria y comprometerla a la legislación sobre la LOCE, sin dejar de monitorear los avances de la comisión ad hoc. Pero eligieron el camino de la confrontación, de menospreciar lo que ellos mismos habían ganado y darle espacio a los ultrones incapaces de buscar acuerdos y dialogar. El momento de bajar el paro había llegado, pero pudo más la radicalidad, la intransigencia y, por qué no, el afán de figurar. Empezaron los cotilleos políticos, que el PC, que el FPMR y, al final, pasó lo que no queríamos. Que se dividieran, que las movilizaciones se "chacrearan", que la opinión pública empezara a sospechar de sus reales intenciones y que perdieran espacio en los medios.
Jamás la intransigencia ha sido buena. Menos el afán de figurar, de ser héroes. Por eso siempre he preferido a Clotario y Allende antes que al Ché, un héroe romanticoide que no consiguió mucho con su labia y su fusil. Negociar es saber retirarse en el momento y justo para volver a cargar cuando la situación lo amerite. Eso es lo que los muchachos no entendieron. Hoy, el movimiento tambalea en su unidad por estos hechos, que perfectamente pudieron haberse evitado. Los chicos despreciaron a un gobierno que los incluyó directamente en la discusión del tema de fondo, algo inédito en Chile y que los medios aún no han valorado en real medida. ¿Creerán estos muchachos que Aylwin, Frei o Lagos los hubieran incluído en alguna comisión sobre la educación, o que hubieran accedido a tantas demanas llamándolas "justas"? Hay que saber el terreno que se pisa, cabros.
Más allá de estos desaciertos sigo sosteniendo lo de mi anterior post. Estos chicos nos han dado una lección y es justo que sigamos junto a ellos por el bien de nuestro país. Pero es de esperar que el vírus Ché Guevara, tan nocivo para el mundo progresista, no se apodere de ellos y les nuble la mente. No hay nada más peligroso que la intransigencia y la radicalización de las posturas. Han mostrado suficiente madurez como para perderla ahora. De ustedes depende, cabros.