Hasta que un día murió

Se murió el ex dictador. Vaya cosa! Muchos esperaban este momento para celebrar alborozados. Otros, como yo, simplemente esperábamos ver pasar la muerte del asesino y ladrón de una manera un tanto, digamos, discreta para no darle tanto realce. Pero lo que ocurrió hoy en las calles de Santiago y otras ciudades del país fue simplemente único, notable. Me dí cuenta de que no había que quedarse abajo de un día tan imponente y salté a la calle no más. Y me encontré con una jornada memorable. Eso hasta que los infaltables incidentes nos aterrizaran una vez más.
Al enterarse de la noticia, miles de personas se lanzaron a las calles, sobre todo en el sector de Plaza Italia, a celebrar como si la selección hubiese ganado la Copa del Mundo o como si el equipo de Copa Davis hubiera levantado la Ensaladera de Plata. El entusiasmo y fervor con que se celebró la muerte del ex dictador para muchos fue una sorpresa, pero hay que tener en cuenta que Pinochet es uno de los personajes más odiados del país y que su muerte vendría a coronar el fin del miedo que por tantos años nos mantuvo prisioneros.
La alegría era total. Mientras algunos saltaban, cantaban y agitaban banderas de Allende, el "Ché" Guevara, la DC, el PS, el PC, el MIR y otras de Chile o Cuba, algunos quizá menos politizados simplemente se abrazaban saltando al son del mítico "el que no salta es Pinochet". Automovilistas se plegaron de inmediato al jolgorio popular, algunos tocando la bocina como poseídos, otros acompañados de sus familias enarbolando banderas chilenas. Poco a poco la Alameda se fue llenando de gente que quería ser partícipe de la que puede ser última manifestación multitudinaria contra el criminal rastrero.

Las botellas de champaña se descorchaban en todas las esquinas, mientras cada vez se sumaba más gente a la calle. A esas horas aún no se sabía que el gobierno le había hecho mansa tapa a los pasteles que todavía defienden al wea y que querían nada menos que duelo oficial y honores de Estado. A un dicatdor darle honores de Estado??? Serán...
Una columna avanzó hacia la Plaza de la Ciudadanía donde poco a poco la multitud fue llenando los espacios, obligando a suspender el tránsito. Carabineros custodiaban La Moneda y gente de todos los tamaños, edades, colores, tribus urbanas y equipos de fútbol dedicaban sus mejores deseos a Pinochet y su gente, en especial a "la Vieja" en su cumpleaños.

Era una fiesta. Los rostros sólo reflejaban alegría, no pena ni dolor. Y si pudo haber existido algun sentimiento de este tipo no hubiera sido por el bestial ex militar, sino por el hecho de que se haya ido sin ser juzgado y condenado. Las palabras del escritor uruguayo, Mario Benedetti, fueron claras al respecto: "La muerte le ganó a la justicia". Sin embargo, más allá de constatar una verdad irrefutable como ésta creo que los chilenos que detestamos al viejo ya estabamos hartos de él y su vomitible figura. Su muerte era esperada por muchos no para cagarse de la risa en su cara -cosa inevitable y además legítima si consideramos de quién estamos hablando- sino porque porfin pasó a la historia, ya no webeará más con sus cumpleaños mamones y sus lacayos de opereta pasarán, por fin, a hacer sus escándalos y odiosidades en lugares privados. Quizá debamos soportar unos cuantos días más a las viejas histéricas y odiosas y a los seudo nazis perrochetistas que armarán jarana en la semana en que los desperdicios, digo, los restos del viejo sean cremados. Pero, ánimo muchachos, sólo serán unos días más y la tracalada de weas se irá a sus casas para no asomar sus mugrosas narices nunca más.

Por eso creo que la gente salió a celebrar. Porque ya se fue. Porque EL se acabó. Porque no habrá más romerías de viejas menopáusicas, porque ya no habrá más apariciones teatrales del cerdo asesino . Por eso la alegría.
Pero eso no significa que las verdades dejen de buscarse. La historia no es la única que deberá juzgar a Pinochet, sus secuaces y su desastroso, vergonzoso y sangriento régimen. Nada está olvidado, nadie está olvidado. Y aunque el hedor de su figura y la aureola de maldad de su estampa de asesino y ratero cada vez se sientan menos nada debe impedir que Chile sepa finalmente los horrores cometidos en los últimos 36 años. Horrores de asesinados, desaparecidos, torturados, exiliados, de derechos laborales destruídos, de una salud y educación reducidas a mero "producto de mercado", de apropiación indebida de los recursos del Estado, de venta a precio de huevo de las empresas públicas, de una economía que consagró la desigualdad.

Te fuiste, viejo de mierda, pero nada está dicho aún. La verdad espera dar su mazazo final. Y será tu figura la que sufrirá el peor golpe.
Palabra que así será.